martes, 13 de marzo de 2007

… no quiero decir nada…

Hay tantas cosas que decir, tantas que repetir y tantas otras cosas por recordar. Podría hablar de la historia económica de Cuba, decir que a principios del siglo XVII se prohibieron los cañaverales para salvaguardar la producción de frutos de la tierra para el abastecimiento de la gente. Decir, que Paulo Coelho, gracias a su cautivadora narrativa muestra un extraordinario conocimiento del ser humano. Podría decir que la crisis del seguro social afecta cada vez más a sus afiliados. Recordar que John Lennon nació durante la segunda guerra mundial. O talvez hablar sobre las nuevas necesidades que está creando nuestro mundo consumiste. No es que no me interesen estas cosas, pero por hoy, no quiero decir nada.

… algo sobre animación japonesa…

Todo el mundo ha sido testigo de la animación japonesa, con “caballeros del zodiaco”, “sailor moon” y “doraemon” entre los más populares.
Cuando digo animación japonesa me refiero a los mangas, comics japoneses, y a los anime, los videos. Todo anime tiene un manga, pero no todo manga tiene un anime, pues algunos mangas no alcanzan el éxito suficiente para ser llevados a un anime. Con esta forma de animación, de comics y video los japoneses ponen en práctica su idea de “multimedia”.
La fusión de los dibujos y las historias con la cultura japonesa, llena de características muy interesantes a la animación japonesa. Una de las que más me llama la atención son los ojos. Probablemente si, y probablemente no se han preguntado porque los ojos de los personajes en animación japonesa son particularmente grandes si, como todo sabemos, los orientales tienen los ojos pequeños. Hay quienes piensan que es por complejo. Sin embargo hay otra versión, con la que me siento más identificada y es que los mangakas (quienes hacen los mangas) quieren lograr la mayor expresividad. Precisamente la expresividad se encuentra en los ojos, de ahí que “los ojos son las ventanas del alma”. Entonces que los ojos de los personajes en animación japonesa sean contrarios a quienes los hacen, es porque se busca mayor expresividad mas no por una suerte de complejos.
Podría seguir hablando sobre animación japonesa, profundizar en muchísimas cosas, pero creo que por ahora es suficiente. Diré entonces para concluir que como este, hay muchos otros elementos muy incesantes sobre animación japonesa.

…odio estar enferma…

Pasar en cama, sin hacer absolutamente nada, con el sabor a remedio casero en la boca, y un montón de pastillas por tomar. No poder levantarme porque me mareo y sólo consigo sentirme peor. Tener que comer solamente “sopitas” y no poder terminar una frase sin toser. Congelarme estando demasiado abrigada y no poder dormir dando vueltas en la cama buscando una posición en la que pueda respirar sin problema. Entonces ya nada mas estoy enferma sino que me siento enferma, probablemente es psicológico que suba la fiebre y ese estar decaída como quien no ha podido descansar siendo eso lo único que he podido hacer. Y me siento como un viejo con días contados sin ninguna vitalidad. Odio estar enferma!

... esa extraña necesidad de algo…

Después de uno darse esos golpes tan dolorosos, después de esas decepciones, uno piensa en que no puede vivir con las secuelas de lo que ha hecho; pensando un poco más atrás, recuerda que tampoco podía vivir con la necesidad de hacerlo. En ese momento uno se da cuenta de que se ha convertido en esclavo de sus pasiones.
Entonces uno empieza a confundir las cosas. Las pasiones, los vacíos y las nostalgias se fusionan en uno llamado obsesión que va carcomiéndonos. Obsesiones que reprimen, que nos van desgastando, cansando y aburriendo; pero que sin embargo es tan difícil librarse de ellas….
“Apriete, apriete el nudo en la garganta, levante la cabeza y camine recto…”, me dijo una amiga…¡que fácil suena! Si, aprieto el nudo en la garganta, levanto la cabeza y camino recto, pero yo sé lo que siento, y “es un cuento que la reina no quiere contar”. Lo único que quisiera en ese momento es que ellas tuvieran miedo de mi.
Cuando tenemos esa extraña necesidad de algo. Cuando en el momento más inoportuno alguien nos pregunta por ellas. Y sobran los motivos para uno querer deshacerse de ellas, empezamos a caminar por otros caminos tratando de nunca más cruzarse con ellas. Pero eso no es posible, pues las obsesiones están instaladas profundamente dentro de nosotros y no les interesa irse. Parece que el destino se vengara de nosotros por algo que no hemos hecho todavía.