Después de uno darse esos golpes tan dolorosos, después de esas decepciones, uno piensa en que no puede vivir con las secuelas de lo que ha hecho; pensando un poco más atrás, recuerda que tampoco podía vivir con la necesidad de hacerlo. En ese momento uno se da cuenta de que se ha convertido en esclavo de sus pasiones.
Entonces uno empieza a confundir las cosas. Las pasiones, los vacíos y las nostalgias se fusionan en uno llamado obsesión que va carcomiéndonos. Obsesiones que reprimen, que nos van desgastando, cansando y aburriendo; pero que sin embargo es tan difícil librarse de ellas….
“Apriete, apriete el nudo en la garganta, levante la cabeza y camine recto…”, me dijo una amiga…¡que fácil suena! Si, aprieto el nudo en la garganta, levanto la cabeza y camino recto, pero yo sé lo que siento, y “es un cuento que la reina no quiere contar”. Lo único que quisiera en ese momento es que ellas tuvieran miedo de mi.
Cuando tenemos esa extraña necesidad de algo. Cuando en el momento más inoportuno alguien nos pregunta por ellas. Y sobran los motivos para uno querer deshacerse de ellas, empezamos a caminar por otros caminos tratando de nunca más cruzarse con ellas. Pero eso no es posible, pues las obsesiones están instaladas profundamente dentro de nosotros y no les interesa irse. Parece que el destino se vengara de nosotros por algo que no hemos hecho todavía.
martes, 13 de marzo de 2007
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